sábado, 13 de marzo de 2010

2010 | Sinopsis por Luis Sarlinga | Dos caras de una misma moneda



Un asfixiante pozo puede ser el hogar más cálido y también el más terrible... sobre todo cuando el afuera es amenazante y las posibilidades de invasión son cada vez más palpables... Nuestro refugio puede convertirse en nuestra tumba, nuestra necesidad imperiosa de huir puede derivar en destrucción... La obra “La fin del mundo” fue creada a partir de improvisaciones que generaron un trabajo colectivo de dramaturgia, la historia de dos personajes bastante estúpidos que se relacionan desde el juego verbal a través de un discurso sin sentido, donde las palabras valen más por cómo suenan y a qué universos ajenos y lejanos remiten, que por su significado real. Así, puede concebirse como una pieza que se inscribe de pleno en la tradición del teatro del absurdo, pues el texto, articulado en diálogos fragmentarios, sin referencialidades claras y rayano muchas veces en el disparate, da cuenta de una ruptura del circuito comunicativo. Los diálogos son circulares. Los personajes intentan una y otra vez asir una realidad extraña y dislocada y viven la imposibilidad de accionar sobre ella, o bien intentan hacerlo desde lugares absurdos y contradictorios. Tati y Mele se encuentran en un pozo, literal o metafórico, transitan una permanente espera y mantienen una dinámica relacional basada en la paranoia, la desconfianza, la contradicción y la ansiedad por un cambio de situación, en un vínculo que mucho nos recuerda al de Vladimir y Estragón, en “Esperando a Godot” . Su vida se reduce a la reiteración de hábitos cotidianos que revelan el esquema circular del encierro...
Con el devenir de los ensayos, comprendimos otras cosas y empezamos a percibir que detrás de lo aparente había una verdad visceral que pedia ser reveladar. Lo que sucedió fue que el juego de la representación y la comunicación que aparecía en cada ensayo también podía ser leído desde otra perspectiva, desde un estado anímico y asi, las frases dichas desde la estupidez podían ser dichas desde el cinismo dando a la luz otro universo de significados. Tati y Mele eran dos estúpidos en el sentido literal del término, y fue por eso que en un principio trabajamos en clave de clown; pero esta nueva revelación indicaba que Tati y Mele eran también dos necios en el sentido “político” o “ciudadano” del término, si podemos llamar así a las personas que por prejuicios, estatus y demás cuestiones que la máscara social impone, son incapaces de vivir en la medida real de sus deseos. Esta segunda mirada de la obra, entonces, demandaba otra puesta en escena, otros personajes, otra manera de decir… Si los personajes de la primera puesta se acercaban a “Los Payasos” de Fellini o al memorable personaje de Gelsomina en “La Strada”, los de la segunda se identificaban más con el infierno de Sartre en “A puerta cerrada”
De este modo apareció la “idea loca” de realizar dos puestas de la misma obra: la misma historia, pero que puede ser leída y percibida desde lugares distintos y hasta opuestos. A esto se le sumaron dos códigos de actuación distintos, Uno era extrovertido y expresionista, lanzado a la búsqueda del estereotipo y de la comedia del arte, El otro frio y realista para que mostrase la esencia casi sociópata de aquellos que pasan por “normales”. Un tema aparte, resuena en el titulo que elegimos para nuestra obra, “La fin del mundo”, indica antes que nada la obsesión milenarista que se ha puesto tristemente de moda una vez más, a causa de un mundo desequilibrado por la violencia, el consumismo y la insensibilidad ecológica. Por otra parte, nos recuerda que el verdadero fin del mundo implica la incomunicación entre los hombres y el aburrimiento consecuente. Es esta la única razón por la cual uno podría concebir la finalización de esta amable utopia que es la Humanidad. Decidimos llamar a la primera “LADO A” y a la segunda, “LADO B”.
El LADO A es la máscara y el LADO B, la sombra…¿O al revés? ¿Es la máscara aquello que nos imponemos para la vida social… y la Sombra lo que ocultamos y a veces ni siquiera nosotros mismos conocemos? ¿Es la máscara el Dr. Jekill y la sombra Mr. Hyde? ¿Es la máscara la mentira y la sombra la verdad? ¿Pueden definirse estos términos como opuestos tan categóricos? La puesta en escena del LADO A recrea un pozo real, un antiguo aljibe que se ha convertido en el hogar de Tati y Mele. La puesta en escena del LADO B recrea un comedor de cualquier casa, un pozo metafórico, pues Tati y Mele parecen concentrar toda su vida en cada punta de una suntuosa mesa donde un candelabro apenas ilumina.
 

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